jueves, 22 de abril de 2010

Diario de mis pesadillas

Día 9839,
Caminas y repentinamente el suelo llega a la altura de la mitad de las paredes, trancando las puertas que, en otro momento, les hubieran podido dar salida y salvación a otros. Todos están rodeados por amistades y familiares, menos yo, que estoy sola. Me aferro a unas vigas de roca y miro al cielo, donde cientos de aves vuelan en círculos. Yo las veo tranquila mientras todos gritan y la tierra sigue temblando. Pasa. Entro en un lugar donde todos se conocen pero yo a ellos no. Debo hacer algo y no sé qué es. Aun así lo intento, pero me advierten que de nada servirá. Lo sigo haciendo porque es mi deber. Todos insisten en que no pierda más mi tiempo, pero solo logran hacer que lo haga con mayor interés. Aparece alguien a quien debo darle un mensaje. Pero no puede saber quién soy yo. Me debo hacer pasar por otro y el mensaje debe ser cifrado. Así lo hago, mediante un juego que sólo yo comprendo. Es una mujer, cual diosa egipcia se sienta y ya casi ve el mensaje; pero una persona advierte a todos que viene una tormenta. Él es rubio, y dice que la tormenta vendrá por mar, traerá barcos llenos de guerreros y samuráis, pero no hay que temer. Por mi parte, un nuevo desastre me advierte que es hora de irme a otro lugar. Subo a un rascacielos, hasta el último piso. El edificio es tan grande que es toda una ciudad. Reconozco a mis hermanas, a mi mamá. Pero sigo sola. Es hora de tomar un baño, y desde el oeste veo a mi lora, no está en jaulas y puede volar, pero está tan sola y atrapada como yo. Se le acerca una guacamaya azul, amenazante, me hace creer que se atacaran pero intentan ser amigas. El edificio tambalea. Lo ignoro. Me voy a la sala a buscar a mi hermana, quien está, pero me ignora ella a mí. Me voy al oeste y encuentro a mi mamá. Hay un altar de aguas y piedras, ella me asegura que ha estado allí durante meses aunque para mi sea nuevo. Sigue tambaleando. La punta del edificio tiembla y se balancea más que el mismo viento. Busco a Sandra, la saco arrastrada y la obligo a escapar conmigo. En el ascensor grito a mi mamá y hermana para que se apuren. Ya no hay tiempo. El ascensor comienza a irse, pero yo sigo insistiéndoles, esperándolas, porque sé lo que va a pasar. Un vigilante intenta detenerme, pero nunca podrá. No lo permitiré. Y finalmente nos vamos. En el ascensor todo cambia. Cambia de rumbo, cambia de dirección, y hasta cambia de idioma. Tiembla cada vez más fuerte, de un lado a otro, de arriba abajo. Yo lo obligo a bajar, el vigilante me sigue. Yo soy la responsable, yo manejo el ascensor. Ya casi llegamos, pero el temblor es tan grande que atasca al ascensor. La ciudad rascacielos grita, tiene miedo, pierde el control. Yo lo sabia pero nadie me creyó. Ya todo está obscuro, para muchos el destino ya esta sellado. Pero yo siempre encuentro la salida. Y aunque me muestren la sangre y el temor de mis animales, no me asustarán. YO sigo. Sé que ya llegó el momento de abrir los ojos y olvidar, para seguir como si nada me hubieran hecho. Abro los ojos y aunque veo el amanecer y todos me conocen, se que esta noche será igual.


No hay comentarios: